[vc_row][vc_column][mk_fancy_title size=»25″ font_weight=»400″ font_style=»normal» font_family=»none» align=»center»]BIENVENIDOS AL DEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA DEL COLEGIO MONTEPINAR[/mk_fancy_title][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
… esos desgraciados que se unen en bandas sin finalidad alguna, que matan tirando piedras a las autopistas desde los puentes o prenden fuego a una niña, quienesquiera que sean, no se convierten en tales porque han sido corrompidos por la newspeak del ordenador (no tienen acceso ni al ordenador), sino porque están excluidos del universo del libro y de aquellos lugares donde, a través de la educación y la discusión, llegarían a ellos reflejos de un mundo de valores que llega de y remite a libros. Umberto Eco, Sobre literatura.
Recientemente algunos medios de comunicación han comentado una noticia sorprendente: la absolución de Francisco Camps, por parte de un jurado popular, del delito de cohecho impropio que se le imputaba. Y –como sucede al leer una buena novela- no me admira tanto su contenido como su forma; no lo que dice, sino cómo lo dice. El acta que declaró inocente a Camps está llena de faltas de ortografía: “el jurado a deliberado”, “los supuestos regalos no han quedado demostrados que se les hallan pagado a los acusados, mediante el informe pericial que tambien afirma esta conclusión”, “no recibio prenda alguna en consideración a su cargo, basandonos en las declaraciones de los funcionarios de conselleria en la cual, todos coinciden que no tenian influencia alguna en materia de contratación”, “faborable”, “tubiera”… Errores de concordancia, morfosintácticos y ortográficos –h, b…, acentos y un uso espontáneo de las mayúsculas-. Según podemos leer en la prensa, nueve personas componían el jurado: seis hombres -cuatro de ellos de menos de 35 años y dos en torno a los 45- y tres mujeres -dos de 50 años y una de menos de 35 años.
En la actualidad, el dominio de alguna lengua extranjera enriquece per se cualquier curriculum; y su aprendizaje otorga una enorme importancia a cualquier centro escolar que la imparta. El Colegio Montepinar es, desde sus inicios, un centro bilingüe, en el que, ya a edades tempranas, se fomenta el uso de la lengua inglesa. Sin embargo, seguimos manteniendo los pies en la tierra y, a su vez, valoramos tremendamente el uso de nuestro idioma; ya que consideramos fundamental, para el desarrollo completo de los jóvenes, su perfecto conocimiento y su destreza en el uso. Ésta es una de las premisas que marcan el trabajo del Departamento de Lengua Española, a lo largo de todas las etapas: Infantil, Primaria y Secundaria.
En el capítulo dos del Libro primero de la Política, Aristóteles señala cuál es la característica fundamental del ser humano, el zoon logon, “animal provisto de palabra” y no “animal social” como la tradición había traducido con desacierto:
La razón por la cual el hombre es, más que la abeja o cualquier animal gregario, un animal social es evidente: la naturaleza, como solemos decir, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. La voz es el signo del dolor y del placer, y por eso la tienen también los demás animales, pues su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer, y significársela unos a otros; pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo cariñoso, lo justo y lo injusto, y es exclusiva del hombre…
Compartimos la idea del filósofo que vivió 2500 años antes que nosotros: la facultad humana del lenguaje, su articulación y fonética y su manifestación codificada mediante signos, como Lengua, constituyen el arma más poderosa y eficaz del ser humano.
La representación de lo que nos rodea, la estructuración de nuestro pensamiento, la comunicación con los otros, la expresión de nuestras ideas y experiencias… todo aquello que nos separa especialmente del resto de los seres vivos, lo que hace que nos comprendamos a nosotros mismos y a los demás no sería realidad sin el lenguaje y, por supuesto, sin la Lengua. Por ello, por ser necesaria para la vida cotidiana y por constituir el acceso fundamental a cualquier otra, la materia de Lengua Castellana y Literatura, puede vanagloriarse de ostentar un puesto de honor en la enseñanza del Colegio Montepinar.
El conocimiento profundo de la gramática para conseguir un correcto uso de la lengua oral y escrita es la gran meta del proceso de enseñanza-aprendizaje. Se hace necesario que el alumno paulatinamente termine de adquirir y asimilar todos los mecanismos lingüísticos con los que se ha encontrado a lo largo de su carrera, para desenvolverse con soltura en su futuro: el buen uso de la lengua es la mejor carta de presentación.
Pero, en la actualidad, tenemos un problema.
El hombre que no pudiera discernir el uno ni el dos ni el tres ni en general los pares y los impares, o el que no supiera nada de contar, o quien no fuera capaz de medir el día y la noche o careciera de experiencia acerca de las revoluciones de la Luna o del Sol o de los demás astros…
Lo que hay que decir que es menester que aprendan los hombres libres en cada materia es todo aquello que aprende en Egipto junto con las letras la innumerable grey de los niños. En primer lugar, por lo que toca al cálculo, se han inventado unos sencillos procedimientos para que los niños aprendan jugando y a gusto…
Yo… cuando en tiempos me enteré tardíamente de lo que nos ocurre en relación con ello, me quedé muy impresionado, y entonces me pareció que aquello no era cosa humana, sino propia más bien de bestias porcinas, y sentí vergüenza no sólo por mí mismo sino en nombre de los helenos todos.[1]
Podemos asegurar que todas las generaciones se duelen de la caída del nivel educativo. Ya en Sumeria, hace unos cuatro mil años, encontramos otro de los textos más antiguos de la historia de la humanidad que lamenta que sus jóvenes sean menos sabios que la generación que los precede. Y nosotros, recién comenzado el siglo XXI, igual que los sumerios de hace cuatro mil años también lamentamos el declive de la cultura. Pero ¿cómo ayudar al estudiante actual…? Despertando su amor por la cultura a partir de la lectura.
Creo que resulta necesario despertar su curiosidad y fomentar el espíritu crítico y la libertad de ideas, intentando abrir horizontes que, si no es así, nunca, o muy difícilmente, serían alcanzados por estos jóvenes. Debemos animarlos seriamente a leer a partir de hechos o anécdotas, que despierten su aletargada atención, con todos los medios de que dispongamos: interrelacionando saberes, acercándolos a las fuentes originales, abriendo nuevas vías en sus intereses futuros, apoyando y respetando cualquier interpretación, llevándolos a experimentar el placer del saber por el saber… para conseguir, al fin, la creación del deseo de seguir siempre aprendiendo; porque como afirmaba Einstein Lo importante es no dejar de hacerse preguntas.
El primer deber del profesor es rescatar del olvido la cultura con mayúsculas; porque, amén de los consabidos contenidos curriculares, la formación integral del alumno necesita la motivación y el enriquecimiento de su sensibilidad; y, por ejemplo, una de las más plausibles formas de conseguirlo es mediante las manifestaciones artísticas: leyendo fragmentos literarios, admirando –ayudados por las nuevas tecnologías- obras pictóricas o arquitectónicas, deleitándose con una pieza musical…
Y es que algunos sólo concebimos la enseñanza como una mezcla de saberes, como en la academia platónica: física, leyes, retórica…, aprendiendo a aunar lengua e historia, y arquitectura y pintura, y la música callada de las estrellas; a aunar palabras y cosas, fonética y retórica… recordando con Bernardo de Claraval y, posteriormente con Newton, que si hemos podido ver más lejos es porque nos hemos aupado a hombros de gigantes. Podemos tener la certeza de que, antes de comenzar cualquier tema y de la forma más atractiva posible, si se ubica el contenido en el espacio y en el tiempo y se relaciona el contexto histórico con la pintura, con la música o con la literatura que esa determinada sociedad ha demandado y creado, si el alumno comprende, hace suyo, todo lo que no es estrictamente ‘curricular’ aumenta su interés y ve enormemente facilitado su estudio. Por ejemplo, cualquier alumno entenderá mejor la diferencia entre la literatura renacentista y la barroca si comprende que ambas expresiones artísticas nacieron de sendas visiones distintas de la vida que, por determinadas circunstancias históricas, posee en uno u otro momento el ser humano, cuyos lamentos o goces tienen su primer reflejo en las artes.
De este modo, comenzar cada tema con una cita literaria y una imagen ad hoc, comentando lo que sugiere, llevando a los alumnos a la reflexión, a la crítica, a la opinión… es una manera muy hermosa de compartir el camino que debemos andar juntos, temporalmente.
Está tan claro que hasta suena a tópico que los jóvenes poseen un terrible desinterés por la lectura y, también, que están demasiado inmersos en la gran oferta que la época de las grandes tecnologías les brinda. Pero ¿por qué no consideramos que quizás no hayan tenido la suerte de encontrarse con alguien que los convenza de que sólo el saber nos hace libres, porque es la única defensa ante la manipulación? La cultura proporciona ideas e ideales, seguridad y valentía para enfrentarse críticamente a lo que la vida te depare. Y el mejor método para ‘animar a la lectura’ es hacerlo por medio de la cultura. Podemos despertar el interés por distintos temas que, en la mayoría de los casos, no son lecturas habituales y, de este modo, conseguir que algunos alumnos sigan líneas individuales de investigación sobre los mismos. Además de despertar el interés y el amor por la lectura y por la cultura, nuestro deber es, al menos, la pretensión de dejar en los alumnos un poso de valores -cuya falta es tan traída y llevada en la actualidad- que de toda esa cultura puede desprenderse: encontramos ejemplos de esfuerzos personales, de afanes de superación, de vidas entregadas a un ideal, de modestias en estado puro…
Los alumnos deben descubrir el valor de la observación, la curiosidad, el razonamiento, la crítica, el escepticismo, la capacidad de asombro… elementos fundamentales para entregarse por completo a la investigación. Así por ejemplo, los esfuerzos de unas mentes privilegiadas por estudiar el cosmos –en contra de lo que puede pensar la generalidad- son tremendamente apasionantes cuando empiezan a conocerse. Quizás la mejor imagen del espacio, por encima de la fascinante de los anillos de Saturno o de la impactante Gran Mancha Roja de Júpiter, es la huella del hombre en la Luna. Gracias al tesón y al apasionamiento de determinadas inteligencias -nunca lo suficientemente valoradas- la gente ‘necesita’ un GPS en el coche, habla por pequeños teléfonos móviles, sabe de antemano si podrá esquiar este fin de semana u observa desde una altura imposible la cuenca del Amazonas. O la vida de un diseñador de moda puede ser la excusa para llegar a un gran tema de la actualidad, a uno de los dioses más adorados: la apariencia externa. Así se puede propiciar la reflexión y el debate sobre el hecho de que la belleza no es el máximo don, no es la mejor virtud de la que uno puede hacer gala, es totalmente caduca y pasajera y, por supuesto, no merece la pena arriesgar la vida por ella. Sería fantástico que consiguiéramos, al menos, que algunos alumnos pensaran que lo realmente atractivo de alguien es su personalidad, su humanidad, su valentía, su actitud honesta, el valor de su palabra, su entrega a los demás, la coherencia de su discurso y su cultura, abandonando, de este modo, la inhumanidad y la estupidez actuales.
Las lecturas también nos van a resultar de gran ayuda para abordar las distintas disciplinas lingüísticas o las categorías gramaticales, ya que han de conocerse en los textos: nada existe de forma aislada. ¿Para qué sirve estudiar de memoria la lista de los adverbios o la mecánica y alfabética de las preposiciones, si sólo pueden asimilarse si se conoce la necesidad de su presencia en un texto al desempeñar una determinada función? En un intento de formar lectores más exigentes, es necesario escoger fragmentos de obras fundamentales que acerquen con rigor a los alumnos a la literatura y que, al mismo tiempo, constituyan el instrumento ideal para mostrarles el correcto uso de los áridos y complejos mecanismos lingüísticos.
Del mismo modo que un escritor no tendría entidad propia si no existiera un lector -aunque sólo fuese uno-, que recibiera y disfrutara de la maravilla surgida de ese mester -del ministerium latino- u ‘oficio’, que es escribir, un profesor no debe cejar en su esfuerzo hasta que el alumno no haya interiorizado todo lo que se ha propuesto, porque sin él, el docente tampoco sería realidad. Aunque el nivel haya bajado y las exigencias para conseguir un título académico también, nosotros, adultos razonables, educadores, no podemos conformarnos y acomodarnos en esa realidad. El primer ejemplo ante nuestros alumnos es la lucha contra lo establecido y su no aceptación, para evitar ser testigos de que, con el tiempo, muchos jóvenes pasan ante nosotros, sin haber aprendido nada nuevo.
Ya que el libro es el mejor amigo que enseña, ayuda, alegra, hace volar…, nuestro gran deber es enseñarle, desde edades tempranas, a amarlo como se hace con los buenos amigos. Debemos guiarlo para que se convierta en un lector experto, concienzudo; un lector que utilice el lápiz para anotar en los márgenes del libro -como hacían los glosadores medievales en los manuscritos latinos-, que desee ir completando poco a poco una hermosa biblioteca personal, física y espiritual, el gran tesoro que debería poseer todo ser humano, por el simple hecho de serlo, y que nadie, nunca, podrá arrebatarle. Y de este modo encauzarlo de un libro a otro, porque los libros son libros de libros, reflejan y han nacido gracias a la gran tradición de otros anteriores. A la vez enseñarles mecanismos para hacer más rentables sus lecturas: la elaboración de fichas para realizar reseñas bibliográficas o para utilizar después de visitar una biblioteca o hacer una consulta en una obra cualquiera, la toma de apuntes, las técnicas de subrayado y esquematización ante la inminente elaboración de un trabajo monográfico…
Mientras tanto, el profesor sólo esperará que su esfuerzo se vea recompensado por la enorme riqueza de la que, en el futuro, su alumno podrá disfrutar, haciendo suyo el¡Toma y lee! de San Agustín. Si «todo está en los libros» -como se ha dicho en innumerables ocasiones-, ¿a qué espera cualquier joven para poseerlo y convertirse en el ser más afortunado y rico de la creación?
El planteamiento didáctico de Lengua Española del Colegio Montepinar presenta un planteamiento que nace del currículo oficial, de la exposición inicial, del sentido común y de la abusiva y sistemática repetición de determinados contenidos y la total ausencia de otros. Así, por ejemplo, es imposible que un alumno aprenda de memoria las reglas de la ‘h’ o de la ‘b’ porque están cuajadas de excepciones; ya que en la mayoría de los casos se trata de razones etimológicas a las que un estudiante, en sus años de enseñanza obligatoria, es imposible que llegue. Se aprende lengua leyendo y comprendiendo lo leído. Quizás el gran y fundamental objetivo debiere ser “leer, comprender y expresarse con corrección”. Éste sería el gran paso antes de abordar conocimientos abstractos.
El currículo marca las capacidades que se espera que el alumno alcance al finalizar las etapas de referencia como consecuencia de la intervención escolar. Los objetivos generales de etapa -contextualizados, más adelante, en los de cada materia- expresan las intenciones que el sistema establece para todos los alumnos, convirtiéndose de este modo en un importante referente para el profesor en el momento de planificar su actuación en un aula determinada. Dichos objetivos contemplan capacidades cognitivas, de equilibrio personal, motrices, de relación interpersonal y de actuación e inserción social; capacidades que se apoyan entre sí para adquirir un sentido global.
Para “consolidar la competencia comunicativa y el hábito de lectura”, “profundizar en el desarrollo de la sensibilidad artística y literaria como fuente de formación y enriquecimiento cultural” o “conocer y valorar el patrimonio y los rasgos característicos de la Región de Murcia, y el legado cultural de otros pueblos” es necesario el conocimiento total y el correcto uso de la Lengua. Pero, sin duda alguna, también lo es para “utilizar las tecnologías de la información y la comunicación para adquirir conocimientos y transmitir información, resolver problemas y facilitar las relaciones interpersonales, valorando críticamente su uso” y “consolidar una madurez personal, social y moral que les permita actuar de forma responsable, autónoma y crítica, apreciando el valor del esfuerzo, la constancia y la capacidad de tomar iniciativas”, porque el fundamento de todo ello es la reflexión, la capacidad crítica y el diálogo, lo que nunca conseguiremos sin el perfecto manejo de la Lengua, en la que todo se expresa.
La orientación metodológica debe estar en relación con los agrupamientos, los tiempos, los espacios educativos, el uso de las tecnologías de la información y la comunicación y los recursos didácticos que se van a emplear. Para ello debemos partir del nivel de desarrollo del alumno y considerar, entre otros, los siguientes factores: reconocer la actividad constructiva del alumno como el factor decisivo en la realización de los aprendizajes escolares; impulsar las relaciones entre iguales, proporcionando pautas que permitan la confrontación y modificación de puntos de vista; garantizar la funcionalidad de los aprendizajes asegurando que el alumno pueda utilizarlos tanto en situaciones reales de su vida cotidiana como en su enfrentamiento con otros aprendizajes, para solventar con éxito la adquisición de otros contenidos.
. Realizar siempre un planteamiento práctico basado en la lectura, el comentario y la discusión sobre los textos.
. Propulsar una metodología activa, con dos aspectos esenciales:
. La lectura personal con el posterior comentario y discusión en clase de los fragmentos leídos.
. Tras la lectura completa, llevar a cabo una puesta en común de los temas esenciales y de los rasgos estilísticos.
. Aprendizaje de las categorías y estructuras lingüísticas en aras de un planteamiento práctico en su doble faceta de comprensión y de participación en situaciones comunicativas.
. Aportación de experiencias comunicativa comunes en la vida diaria.
. Utilización de la discusión y la crítica como método de aprendizaje.
En resumen, se trata de la consecución de una metodología práctica, activa y participativa; y quizás por ello cada unidad comienza ya incitando al alumno a pensar, a participar y a respetar opiniones.
Aunque no exista una explicación plausible, he podido comprobar que, cuando los alumnos se enfrentan a formas distintas de aprendizaje o a contenidos que, teóricamente, no se ciñen a lo curricular, muestran una actitud abierta, positiva, receptiva…, muy distinta a la habitual. Y siempre que ha sido necesario he aprovechado esta brecha.
La explicación de un contexto histórico-cultural, al inicio de un nuevo tema de literatura, mediante la proyección de imágenes o películas alusivas a ese momento, abre un campo de interés insospechado: de interacción profesor-alumno, de trabajo en equipo, de ampliación de contenidos…
Así, por ejemplo, la Edad Media se entiende de otra forma contemplando manuscritos medievales, manifestaciones artísticas románicas y góticas, la película El Cid…; leyendo fragmentos de cronistas de la época o de estudiosos actuales como Duby, Le Goff o Eco…
Da buenos resultados enfocar el Renacimiento como la completa apertura del hombre al estudio de lo que le rodea: nuevos cielos, nuevas geografías, nueva anatomía, la imprenta… Imágenes proyectadas sobre personalidades y obras no literarias son gratamente recibidas por los alumnos: Galileo y su telescopio, Colón y los navegantes portugueses con la brújula, Vesalio y las primeras disecciones humanas… También se puede ver El tormento y el éxtasis, película que recrea la durísima elaboración de los frescos de la Capilla Sixtina por Miguel Ángel. Y para el Barroco nada mejor que el análisis de obras pictóricas de Velázquez, Rembrandt o Murillo o la lectura de fragmentos escogidos de El Capitán Alatriste.
Por ello, en el Colegio Montepinar se trabaja mediante proyectos. Proyectos basados en temas de cultura general que, después, encuentran su reflejo en la historia de la Región de Murcia. Se trabaja El Quijote partiendo del capítulo de los mercaderes toledanos que van a comprar seda a Murcia; se conoce la obra de Collodi, Pinocho, con de la figura del genial Salzillo; se sensibiliza sobre la importancia del agua, acercándonos al Río Segura, al Mar Menor y a Isaac Peral; se admira la huerta murciana a través de los productos que Colón trajo del Nuevo Mundo; y nuestra tradición belenística, el Teatro Romea, los palacios de Murcia, Alfonso X, Ramón Gaya, la románica Virgen de la Arrixaca, la tortuga mora y Darwin, Copérnico, Newton y el Observatorio de La Murta…
En cuanto al estudio de la lengua o el análisis de textos todo lo anterior también nos proporciona abundante material para ello.
En el momento actual el uso de Internet para buscar imágenes o información, la realización de montajes en power-point o el visionado de DVDs debe estar muy presente en nuestro trabajo diario. Si estamos en la época de las nuevas tecnologías y de la imagen, debemos servirnos de ello siempre que podamos porque facilita enormemente la adquisición de conocimientos por parte de los alumnos y fomenta su interés.
Por último, es importante exponer el intento de hacer un planteamiento didáctico serio, de calidad educativa: planificación, aplicación y evaluación de un currículo adecuado siempre a la diversidad de los alumnos.
Es fundamental participar y colaborar con los compañeros, fomentar el trabajo en equipo y reconocer con sinceridad los valores de cada persona. También son muy importantes las reuniones y citas periódicas con los padres en las que conoceremos cuáles son sus expectativas concretas -para ajustar así nuestro trabajo- y les informaremos del desarrollo de su hijo. Y comprometernos moral y éticamente con nuestros alumnos: dependen de nosotros y de lo que hagamos con ellos va a depender, en gran medida, su propia vida.
[1] Platón, ‘Libro VII’ de Las Leyes
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