Víctor Escavy, profesor de Colegio Montepinar, Padrino de la Graduación de la VII Promoción del Máster Oficial en Formación del Profesorado y IV Promoción de Graduados en Educación Infantil y de Educación Primaria, de la UCAM
Convierte siempre el trato amigable con gente que sean escuela de erudición, y cuya conversación sea enseñanza culta. Haz de tus amigos maestros, aprovechando el gusto de conversar para el útil aprendizaje. […] Singular grandeza es servirse de sabios.
Baltasar Gracián.
El pasado sábado, 14 de mayo, nuestro compañero Víctor Escavy, Presidente de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA) en la Región de Murcia, Vocal de la Permanente de CONCAPA Nacional, Responsable de Informática y Nuevas Tecnologías de CONCAPA Nacional, miembro del Consejo Escolar Regional, profesor egresado de la Universidad Complutense de Salamanca y profesor de Informática en nuestro centro –un lujo de profesor, para un excelente colegio-, ha ejercido, espléndidamente, su papel de padrino de esta promoción. Sábado intenso, ya que la mañana se dedicó a la ceremonia de este Máster en Formación del Profesorado; y la tarde a los Grados de Infantil y Primaria en la modalidad semipresencial.
Arropados por el magnífico Templo de la Universidad Católica y acompañados por la directora y algunas profesoras, un grupo de jóvenes ha recibido la Beca y el Diploma como Máster Oficial en Formación del Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanzas de Idiomas.
Durante su discurso, Escavy, con brillantez y genialidad, supo mantener la atención de los presentes, pasando de la sugerencia a la recomendación, de la propuesta a la persuasión. Habló de lo imprescindible de esta profesión; de educar dando ejemplo; del gozo y de la ilusión que, con seguridad, sentían en ese momento; pero, también, de la amenaza ineludible de buscar trabajo; de la ofuscación por continuar su preparación, en otros campos; del hastío por la actual situación económica;…
“No sé –decía-, quizás, me estéis escuchando, con una especie de estremecimiento interior que os sacude sin tregua; que ya os ha intimidado, en vuestros sueños y en vuestros insomnios, como a mí: el futuro de unos niños, de unos jóvenes depende de nosotros.
Y sin daros cuenta, con la inevitable colaboración del tiempo, entre nervios y gozos, crispación y sosiego, llegareis un día hasta un lugar parecido a éste en el que yo estoy ahora: en la graduación de vuestros propios alumnos. El camino no será fácil y no sé, aunque lo sospecho, qué pensáis vosotros; pero, después de enseñanzas, de quejas, de lecciones de supervivencia…, llegará el momento en el que os sintáis satisfechos por haber dedicado un tramo de vuestra vida trabajando para ellos, para y por ellos. Porque os irán demostrado que sí se iba abriendo paso, que sí iba ocupando un espacio en su cabeza lo que les decíais, lo que les transmitíais: que nunca considerasen el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello mundo del saber; que la suerte no llega arbitrariamente, sino que hay que salir a buscarla; que lo más hermoso que podemos experimentar es el misterio de la existencia, el sentimiento profundo que sólo se alberga en el arte y la ciencia; que lo que, de veras, da valor para enfrentarnos a la vida es la belleza, la bondad y la verdad. Y, asimismo, sé, que os van a recordar siempre,
como seguro que os van a recordar siempre los profesores que os han acompañado en vuestra carrera. Esos profesores que marcan de por vida. ¡Qué infinitamente respetuoso es uno ante personas así! ¡Cuánto cariño y cuánta comprensión logra transmitir en determinadas circunstancias!
Sería fantástico que en el futuro pudiéramos felicitarnos todos por haber conseguido, al menos, que algunos alumnos pensaran que lo realmente atractivo de alguien es su personalidad, su humanidad, su valentía, su actitud honrada, el valor de su palabra, su entrega a los demás, la coherencia de su discurso y su cultura, abandonando, de este modo, la inhumanidad y la necedad actuales.
Como dijo Horace Mann: el maestro, que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender, está tratando de forjar un hierro frío.”
Así finalizó Víctor Escavy sus recomendaciones a varios grupos de jóvenes, que sin ser plenamente conscientes, es posible que ya se sientan en deuda con él, porque se ofreció a ayudarles, siempre que lo necesitasen.
Y, quién sabe, si un día, algunos de ellos se habrán convertido en sus amigos; y, entonces, sí se sentirán gozosos, orgullosos. Y es que hay amigos de los que te sientes muy orgulloso: por su desmedida cultura, por su vivaz discernimiento, por su lúcido ingenio, por su infinito intelecto, por su inmensa bondad. Y gracias a él, en aquel hermoso Templo de la Universidad Católica, estos jóvenes escucharon con ilimitada admiración, persuadidos de su privilegio, acariciando el cielo, una hermosísima enumeración de motivos por los que habían acertado al elegir su futuro.
AUTORA: ÁNGELA MORENO TORRES
(Profesora de Lengua Española y de Filosofía
de Colegio Montepinar.)