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Colegio Montepinar
Av. Castillo de Monteagudo, 95
Urbanización Montepinar, El Esparragal
30163, Murcia, España
La mayor declaración de amor es la que no se hace;
el hombre que siente mucho, habla poco. (Platón)
Favorecido con la abundante iluminación, por el pasillo central, por los laterales del patio de butacas, por los palcos, por la grada, comparece, animado, el incontable público.
El Teatro Romea late, tiene pulso.
Son las 9 de la noche del jueves 29 de octubre. Puntual, como siempre, levanta el telón y muestra una poblada y animadísima escena, en el interior de una taberna, la sevillana Hostería del laurel, en la que un bullicioso grupo de jóvenes, libertino por los efluvios del vino y por las fiestas de carnaval, antes de que la Cuaresma reprima los placeres de la carne, se divierte, corteja, inventa chanzas, mientras canta y baila La Chacona, una vivísima, festiva, indecente y extremadamente erótica danza que, desde sus inicios en la España del Renacimiento, viajó a las recién descubiertas Indias Occidentales, para volver, un siglo más tarde, a inundar por entero el Viejo Continente.
Las primeras palabras –¡Cuál gritan esos malditos! / Pero, ¡mal rayo me parta / si en concluyendo la carta / no pagan caros sus gritos!– nacen, como rugidos, de la boca de un hombre resuelto, bravo que, guarecido por un antifaz, enmascarado y colérico, sentado a una mesa en el extremo izquierdo, acaba de estampar su firma en una carta; mientras, puntual y fiel a su cita, espera la llegada de otro individuo para dirimir una apuesta concebida, por ambos, hace exactamente un año.
Y, puntuales y fieles a la cita, como siempre, otro bullicioso grupo de jóvenes se yergue sobre sus asientos para contemplar como requiere la tradición española, como mandan los cánones, la representación del Tenorio de la compañía Cecilio Pineda.
Y al decir esto, sobran las palabras: si existe una formidable puesta en escena del drama de Zorrilla es la de esta compañía; si existe un soberbio, prodigioso Don Juan, es Julio Navarro, el director y protagonista de esta compañía:
Por donde quiera que fui, / la razón atropellé / la virtud escarnecí, / a la justicia burlé / y a las mujeres vendí. / Yo a las cabañas bajé, / yo a los palacios subí, / yo los claustros escalé / y en todas partes dejé / memoria amarga de mí.
Jóvenes y expectantes, alumnos de 4º de ESO, de 1º y 2º de Bachillerato, que asisten -unos, por vez primera; veteranos, los más-, a la cita inaugural de este año. Jóvenes que, poco a poco, según avanzan las escenas, devotos ya del insolente Tenorio, se sienten apresados, gozosos, encandilados, seducidos con la magia de la representación: los decorados con sus decimonónicos telones, el proceder de los actores, la espléndida voz del protagonista, el delicioso conjunto…
Jóvenes que, engolosinados con Don Juan, olvidados sus IPhones, sus IPads, sus WhatsApps, sus Facebooks, flirtean, galantean, idolatran, babosean, se derriten…
Partid los días del año / entre las que ahí encontráis. / Uno para enamorarlas, / otro para conseguirlas, / otro para abandonarlas, / dos para sustituirlas / y una hora para olvidarlas.
Jóvenes estudiantes que, batiéndose en duelo con cualquiera que se atreva a ultrajar al galán, acaban adorando a Doña Inés:
¡Oh! Sí, bellísima Inés, / espejo y luz de mis ojos, / escucharme sin enojos / como lo haces, amor es; / mira aquí a tus plantas, pues, / todo el altivo rigor / de este corazón traidor / que rendirse no creía, / adorando, vida mía, / la esclavitud de tu amor.
Jóvenes, en fin, que condenan, se angustian, se sublevan, suplican, claman, imploran, apelan a la indulgencia celestial… como hace, colmando el escenario, ese individuo abominable y cautivador.
¡Aparta, piedra fingida! / Suelta, suéltame esa mano, / que aún queda el último grano / en el reloj de mi vida. / Suéltala, que si es verdad / que un punto de contrición / da a un alma la salvación / de toda una eternidad, / yo, Santo Dios, creo en Ti: / si es mi maldad inaudita, / tu piedad es infinita… / ¡Señor, ten piedad de mí!
Y, tras la escena más hondamente perturbadora, el Teatro Romea baja su telón:
¡Clemente Dios, gloria a Ti! / Mañana a los sevillanos / aterrará el creer que a manos / de mis víctimas caí. / Mas es justo: quede aquí / al universo notorio / que, pues me abre el purgatorio / un punto de penitencia, es el Dios de la clemencia / el Dios de Don Juan Tenorio.
Y, Don Julio Navarro Albero nos recibe sudoroso, exhausto, aunque solícito, apuesto, radiante y, con su habitual gentileza, posa con nosotros y nuestros alumnos, con todos aquéllos que deseen fotografiarse con él; mientras con esa su hechicera voz y con esos insinuantes ojos suyos, exclama: “Más Tenorio y menos Halloween”; el mismo sentir mío, como saben de sobra quiénes me acompañan.
Y con Don Juan, reitero: Llamé al cielo y no me oyó, / y pues sus puertas me cierra, / de mis pasos en la tierra / responda el cielo, y no yo. Porque, como él, he aprendido a amar no al encontrar a la persona perfecta, sino cuando he visto de modo perfecto a una persona imperfecta; porque, uno está realmente enamorado en el momento en el que advierte que otro ser humano es único y descubre su felicidad, en el goce del otro… Y asume en qué profundidad sepultará su corazón para no atisbar su distancia que, como una enloquecedora estrella, sin crepúsculo, centellea contundente y perversa.
AUTORA: ÁNGELA MORENO TORRES
De nuevo nos acercamos a la universidad con nuestros alumnos de bachillerato. En esta ocasión recorrimos las instalaciones del SAI (Servicio de Apoyo a la Investigación), donde pudimos conocer el funcionamiento de los equipos más modernos y valiosos que la Universidad de Murcia pone al servicio de los investigadores de distintas disciplinas. Entre las secciones que visitamos destacan instrumentación científica, cultivo de tejidos, microscopía electrónica, biología molecular, psicología y talleres. Nuestro agradecimiento a la directora Mª Teresa Castells y al resto del equipo por su amabilidad.
AUTOR: ALBERTO MORENO
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